No suelen entusiasmarme las cartas largas. En general suelen ser las menos interesantes. Llevo más de dieciséis años recibiendo tanto correo que, sin querer, he desarrollado una teoría instintiva y experimental sobre el arte epistolar. Ahí, he observado que las mejores cartas nunca superan los dos folios tamaño din A4 por ambas caras (insisto en lo de ambas caras: el amor por los bosques obliga a la opistografía. Los que se niegan a practicarla en nombre de una vieja norma de educación demuestran tener extrañas prioridades). No se trata de nada absurdo: imaginar que tienes más cosas que contar es una falta de respeto y la ausencia de consideración no te hará más interesante.
Amélie Nothomb
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